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viernes, 20 de abril de 2012

50 ANIVERSARIO DE LA CANONIZACION DE SAN MARTIN DE PORRES



HIMNO A SAN MARTIN DE PORRES

CORO
¡Gloria inmortal a tu bendito nombre
sol de amor de los pobres, San Martín
astro divino del Perú de América,
de la Iglesia invencible paladín!

Son tus hermanos de ideal y patria
los que hoy llegan fervientes a tu altar;
danos la luz que iluminó tu mente,
danos la fe que te enseñó a triunfar.

ESTROFA
¡Radiante flor del suelo americano
que diste olor de augusta santidad;
gala y blasón del pueblo peruano;
que en ti encendió la antorcha de piedad!

Protégenos, tu caridad sagrada
todo el Perú ardiente en su emoción;
si viene a él tu excelsa llamarada
de un pueblo hará tan sólo un corazón.

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LOS MILAGROS


En el año 1948 se remitió el proceso seguido en la curación instantánea de una señora de edad avanzada. El caso había ocurrido en la Asunción del Paraguay y se trataba de una obstrucción intestinal, rebelde a todos los tratamientos y que no podía ser operada por tratarse de una mujer de 87 años. El caso era desesperado y ya había sobrevenido un colapso cardíaco que agravaba el estado de la enferma. Una hija suya que vivía en Buenos Aires, toma un avión para ir al lado de la enferma y, desde el primer momento pone el asunto en manos del Santo Martín. Llega a la Asunción y aquella misma mañana, al amanecer, la enferma recobra completamente la salud y el mal desaparece. Este milagro fue aprobado por la Sagrada Congregación.


En el año 1956, tiene lugar otro prodigio debido a Martín. Un muchacho de poco más de cuatro años de edad, de Tenerife en las Canarias, recibe un golpe en el pie producido por un bloque de cemento de treinta kilos de peso. Prácticamente el pie queda deshecho y el estado de herido es de cuidado. Aparece la gangrena y no la pueden detener los médicos que asisten a Antonio Cabrera Pérez, que así se llama el muchacho. La amputación se hace necesaria a juicio de cuatro facultativos a quienes se consulta el caso. Pero he aquí que la familia vuelve los ojos a Martín, aplican al pie deshecho una imagen del Santo y el 1 de Setiembre en la noche, desaparece la gangrena y la cicatrización se inicia normalmente. Todos quedan estupefactos y el milagro parece patente.

LA CANONIZACION


Aprobado este milagro en la Sagrada Congregación, podía procederse a la Canonización, pues el Sumo Pontífice podía dispensar en el tercer milagro que comúnmente se exige. Como el examen de estos casos extraordinarios exige tiempo no se obtuvo la aprobación inmediato. El último de los citados fue visto por la comisión médica, compuesta de un buen número de médicos expertos y de nota el 11 de enero y el 18 de octubre de 1961. La comisión dio su fallo favorable y esto hizo pensar a algunos que, tal vez, en Diciembre de aquel año se realizaría la Canonización. No fue así. El 13 de febrero del 1962, la Junta de Teólogos revisó el proceso y la conclusión también cedía en favor de la causa. Por fin, en la Congregación General, presidida por su Santidad el Papa se aprobó el decreto llamado de Tuto, o sea que se consideró que no había óbice alguno para proceder a la Canonización. Este acto que tuvo lugar el 20 de marzo de 1962 llenó de alborozo a todos los devotos del Santo y comenzaron los preparativos para el gran triunfo de Martín.


En esta ocasión el concurso, que suele ser muy crecido, rebasó todos los límites, pues se llegó a ver lo que es muy raro que ocurra, esto es que entre la multitud se vieran representantes de todos los continentes y de todas las razas. La América del Sur, con el Perú a la cabeza, había enviado numeroso peregrinos; la América del Norte en donde tanta veneración se tributa al Santo, se veía también representada y no ya por gente de color sino aun por católicos de raza blanca; el África, el Asia, la Australia, todas estas regiones tenían delegados en gran número y, por último la Europa rendía también su fervoroso homenaje al humilde lego dominico. De España, de Francia, de la católica Irlanda, de Italia y Alemania, habían acudido grupos compactos, pero merecen singular mención, los irlandeses y los boloñieses, donde es Martín muy popular.


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Homilía pronunciada en la canonización de San Martín de Porres
por el Papa Juan XXIII

Martín de la caridad

Canonizacion de Martín de Porres - 6 de Mayo de 1962
Basílica Papal de San Pedro - Basilica Papale di San Pietro in Vaticano - Basilica Sancti Petri

Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si, en primer lugar, amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser; y si, en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

El sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, cargado con nuestros pecados, subió al leño, y por esto tuvo un amor especial a Jesús crucificado, de tal modo que al contemplar sus atroces sufrimientos, no podía evitar el derramar abundantes lágrimas. Tuvo también una singular devoción al santísimo sacramento de la eucaristía, al que dedicaba con frecuencia largas horas de oculta adoración ante el sagrario, deseando nutrirse de él con la máxima frecuencia que le era posible.

Además, San Martín, obedeciendo el mandato del divino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad para con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos, porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos.

Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las más graves injurias, pues estaba convencido que era mucho más lo que merecía por sus pecados; ponía todo su empeño en retornar al buen camino a los pecadores; socorría con amor a los enfermos; procuraba comida, vestido y medicinas a los pobres; en la medida que le era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como esclavos de la más baja condición, lo que le valió, por parte del pueblo, el apelativo de «Martín de la caridad».

Este santo varón, que con sus palabras, ejemplos y virtudes impulsó a sus prójimos a una vida de piedad, también ahora goza de un poder admirable para elevar nuestras mentes a las cosas celestiales. No todos, por desgracia, son capaces de comprender estos bienes sobrenaturales, no todos los aprecian como es debido, al contrario, son muchos los que, enredados en sus vicios, los menosprecian, los desdeñan o los olvidan completamente. Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y felicidad que se encuentra en el seguimiento de Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos.


6 mayo 1962: AAS 54, 1962, 306-309)


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